Las reglas del juego están en proceso de transformación. Lo que hace unos meses teníamos claro y compartíamos desde nuestro conocimiento y experiencia, ha dejado de ser una verdad contrastada.
Ahora, más que nunca, nuestra capacidad de adaptación, flexibilidad, empatía, creatividad, entusiasmo y positividad, se han convertido en las herramientas que debemos aplicar y ofrecer, junto con todo lo aprendido.
Si es evidente que nuestra formación y bagaje profesional nos sirve de guía, es el momento de reflexionar y reformularnos muchos planteamientos y axiomas sobre la realidad laboral que se aproxima ¿Qué va a requerir de nosotros/as, a corto y medio plazo, el nuevo paradigma tras el COVID-19?
La realidad es que nadie sabe a ciencia cierta qué pasará y hacia dónde se encamina la reconstrucción y/o lo que podamos salvar de nuestro tejido empresarial. Nos encontramos ante un escenario inédito para todas las generaciones que estamos en activo.
Por eso no quiero redundar en cifras o estadísticas pre, in o post COVID. Creo que debemos centrarnos en lo que nosotros/as, como orientadores/as, vamos a aportar a partir de ahora. Tengo la sensación de que nos convertiremos en la vanguardia de la revolución laboral que se está fraguando y que ha venido para quedarse.
Somos los primeros/as que estamos “en modo” aprendizaje, integrando la digitalización en todas sus formas y aplicaciones, e insistiendo en la importancia de reforzar los valores y competencias transversales del profesional al que aspiran ser.
Somos figuras privilegiadas al estar en primera fila, gracias a nuestro contacto con la empresa y las instituciones, adaptando y transformando nuestro discurso para conseguir nuestro objetivo: preparar a la persona para defender su candidatura de forma exitosa.
El reto consistirá en adaptar la orientación laboral a un formato más digital, con sesiones virtuales o con llamadas telefónicas para aquellas personas que no dispongan de conexión a Internet, dispositivos para conectarse o conocimientos digitales suficientes.
Esta crisis provoca que todas las profesiones se tengan que reinventar. La nuestra también lo tendrá que hacer, adaptando nuestros servicios de acompañamiento, apoyo y orientación a nuevos formatos digitales o telemáticos, con nuevas herramientas y aplicaciones, y con una orientación que cada día tenderá a ser más individual, a la carta.
Además se nos ofrece la oportunidad de convertirnos en la voz de aquellos perfiles más vulnerables, para que encuentren en nosotros/as el apoyo, la fuerza y el saber necesario para dar el salto a la inclusión.
Es muy importante concienciar a este colectivo de la “obligatoria” conversión digital, que deben integrar en todo el proceso de su búsqueda de empleo para cumplir con las nuevas reglas del “juego”: prepararse para las entrevistas por videoconferencia/telefónicas, currículos digitales, plataformas donde compartir su perfil profesional y, por ende, la necesidad de disponer de una conexión y equipos de calidad que no les cierre la posibilidad de contacto con las personas / empresas encargadas del proceso selectivo.
Todo ello nos exige el compromiso de una constante actualización de nuestros conocimientos, tanto profesionales como del entorno laboral, empresarial y digital que nos rodea, así como de las herramientas que potencian y fortalecen nuestras habilidades comunicativas para la comprensión del otro y apoyarle a conseguir su objetivo deseado, el empleo.
La colaboración, la bondad y la empatía harán la diferencia entre los/as orientadores/as al uso y los/as comprometidos/as por hacer de nuestro mundo un mundo más inclusivo y mejor.
Artículo de opinión de Laura Nereida Iglesias, técnica de Lanzadera Conecta Empleo en León.