La población joven es, junto con trabajadores de baja cualificación y temporales, uno de los colectivos más vulnerables y más afectados por el impacto negativo de la crisis, con mayores tasas de desempleo y trabajos más precarios
La respuesta al desempleo juvenil pasa por implantar un enfoque integral, en el que las medidas de Empleo, Educación, Orientación (profesional, vocacional y digital) e Inclusión Social caminen de forma coordinada
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La crisis financiera y económica de 2008 supuso un freno importante a las aspiraciones y futuro de la población joven. El impacto de la crisis del COVID-19, vuelve a hacer mella entre las personas jóvenes, que ven como estas dos crisis lastran sus expectativas y sus opciones reales de empleabilidad, integración social plena y emancipación.
Según los últimos datos disponibles de la Encuesta de Población Activa (EPA), relativo al cuarto trimestre de 2021, la tasa de desempleo para las personas entre 16 y 29 años se sitúa en un 23,6%, lo que supone 10,3 puntos porcentuales más que la media nacional.
Según el Informe FOESSA 2022, las situaciones de exclusión social entre la población de 18 a 29 años han experimentado un crecimiento en los últimos años, pasando de un 23,4% en 2018 a un 28,6% en 2021. Asimismo, dicho crecimiento ha engrosado mayoritariamente aquellas situaciones de exclusión social más severas.
En 2020, según datos de Eurostat, España registra un 16% de abandono escolar temprano, superando notablemente la media europea (9,9%).
El Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud ha elaborado una herramienta de medición: el Índice Sintético de Desarrollo Juvenil Comparado (ISDJC), que abarca dimensiones como la educación, el empleo, la emancipación o el uso de TIC’s. Dicho instrumento permite realizar una comparativa a nivel europeo, con cifras que sitúan a España entre los países con un menor índice de desarrollo, solo superado por Italia, Bulgaria y Rumanía.
Debemos promover un enfoque integral para la mejora de la empleabilidad de la población joven en España, en el que las medidas de Empleo, Educación, Orientación (profesional, vocacional y digital) e Inclusión Social caminen de forma coordinada y acompasada.
Hay que adelantar la orientación laboral a etapas educativas más tempranas, para evitar el salto que existe entre el plano educativo y el profesional; fomentando el conocimiento del nuevo mercado laboral, detectando las necesidades del alumnado, ofreciendo acompañamiento y haciendo partícipes a las familias, para que puedan adquirir las herramientas necesarias para el apoyo en el entorno familiar.
En esta orientación laboral es fundamental desarrollar acciones de orientación vocacional que permitan a los/as jóvenes conocer la realidad laboral y acercarles a recursos formativos con los que puedan desarrollan las soft y hard Skills. Junto a estas herramientas y competencias, es de vital importancia ofrecer también un acompañamiento en el autoconocimiento y en el desarrollo personal y profesional, con programas que incluyan la salud mental y la importancia del autocuidado y la autoestima.
En un mundo digitalizado, uno de los factores que inciden en la búsqueda de empleo es la brecha digital. Por esto, aunque los/as jóvenes conocen las herramientas digitales para su uso diario, lúdico y social, es importante que sepan la aplicación que pueden tener para su búsqueda de empleo y la creación de una buena marca personal para un mayor posicionamiento.
La respuesta al desempleo juvenil ha de ser capaz de integrar la Orientación y la Inclusión Social, con programas de acompañamiento con perspectiva integradora e innovadora, que brinde distintas oportunidades y atención individualizada, atendiendo a las necesidades y demandas de cada colectivo y persona, especialmente a aquellas en situación de especial vulnerabilidad o en riesgo de exclusión social.
Hay que ser capaces de ofrecer otras alternativas más allá del trabajo por cuenta ajena, fomentando el conocimiento de otras realidades laborales como el autoempleo desde una perspectiva social y/o de compromiso con el medio ambiente. En este sentido, es importante generar espacios de escucha y participación; así como involucrar a la juventud en proyectos de voluntariado y otras actividades similares que provoquen un impacto positivo en la sociedad, evidenciando así el papel que los y las jóvenes tienen como propulsores del cambio y del futuro.